El hecho de que seguimos buscando y consumiendo porno es ya algo innegable e indefendible, pero esto nos deja también con el hecho de que sigue creando en nosotros un sentimiento de repulsión por lo que acabamos de ver y aún más por la reacción que tuvimos hacia esas imágenes: resulta que nos gusta. Esto sólo nos lleva a la conclusión de que este mismo porno que se produce “convencionalmente” ha creado en nosotros la necesidad de diferentes representaciones del deseo, opciones no convencionales, alternativas, incluso con concepto. Consumir porno consciente e inteligentemente, pues.


Jane Ward escribe en un ensayo publicado en el libro Porno Feminista algo que creemos ronda muy cerca de nuestra idea de las representaciones de la sexalidad dentro del porno y a la sexualidad dentro de nuestras vidas. Es un ensayo que habla acerca de nuestra relación con el porno, de cómo lo consumimos, de cómo esta relación merece esforzarse en no causar más daño, que tiene el propósito de deslindar nuestros anhelos sexuales de diferentes sistemas de opresión. Al final del ensayo nos ofrece un manifiesto que es totalmente adaptable a nuestro género, gustos, consumo y, por supuesto, a lo que nos prende.


A Queer Feminist Pig’s Manifesta


Me prendo con el porno de manera inteligente y consciente. Estoy interesada en mi deseo. No espero que sea natural, estática, o predecible. Observo su forma y figura, no porque quiera conocer cómo mis experiencias de la infancia o condicionamiento social la pudieran haber determinado más allá de mi control, pero porque quiero conocer su relación con mi felicidad, mi sufrimiento, mi creatividad y mis políticas.


No me tomo a mi “ser” como espectador tan seriamente. No siento que necesite ajustarme a alguna expectativa- en la parte de comercializadores, mi comunidad, o yo mismo- acerca de lo que la “gente como yo”, o con mis partes del cuerpo, deben desear. Yo puedo, con algo de esfuerzo, practicar la falta de ego y/o performatividad erótica explorando el delicioso potencial de las identificaciones cruzadas y las no identificaciones. En resumen, yo practico el arte de ser espectador, identificándome y des identificándome con las imágenes que han estado disponibles para mí.


Soy responsable por el impacto de mis deseos sexuales y consumismo sexual en otros y en mi mismo. Seré consciente de dónde y a quién dirijo mi mirada, con particular atención en materia de consentimiento y deshumanización.


Cultivo un espacio privado e interno donde puedo hacer honor y observar la complejidad de mi sexualidad a medida que evoluciona. Aunque yo permanezca públicamente responsable, me doy momentos de libertad exploratoria, licencia creativa, y sorpresas orgásmicas. Dejo que mi sexualidad me tome indefensa. Me muevo hacia ella, incluso cuando me asusta. Confío en mí para trabajar productivamente –queerly y de manera feminista- con mi deseo.


Alabo a aquellos que buscan desmantelar el racismo y fundir el heteropatriarcado con su arte, su porno. Me aburre la normatividad. Creo que la sexualidad da vida a la revolución. Celebro las imágenes queer, antirracistas, y feministas que reflejan la diversa realidad de las sexualidades y cuerpos, y que sirven como modelo de lo que nuestros cuerpos pueden ser y hacer.