Por Donají Bustos


No te he escuchado, no te he sentido, sin embargo estás en mis pensamientos, al extrañarte
me pierdo en los recuerdos.
Me llega tu olor, nunca supe cómo describirlo solo supe que era tuyo y cada que lo recuerdo, mi
mente y mi cuerpo entran en calor, un calor que empieza en el centro del clítoris, y se siente
que avanza por dentro de todo mi cuerpo, al acariciar mi estomago es como si lo hicieras tú.
Al bajar suavemente por mis piernas, solo logro pensar en tus grandes y largos dedos, tus morenas manos.
Me gustaría que estuvieras aquí, viéndome con tus ojos negros, retándome a comerte, a darte
la mejor de las mamadas, como sueles decir, que soy la reina en esto, porque te absorbo, te
como desde los testículos hasta el glande y juego con él. Puedo succionar tu alma si así lo
quiero, me has dicho, y es lo que más te gusta. A mí me gusta que gimas, te retuerzas y me
digas que vaya más profundo en mi boca, o que baje recorriendo con mi lengua hasta
llegar donde se une tu pene y tu ano. Es cuando te vuelves débil, obediente. Muchas veces he
pensado en penetrarte con algún plug o vibrador; por cómo te pones cuando te como mientras
mi dedo juega con tu ano, quisiera que experimentes más… que estés todavía más a mi
merced.
Aunque la realidad es que yo estoy a la tuya, me encanta como me besas y me das órdenes,
como tocas mis senos, cuando muerdes mis pezones me pierdo, o cuando me masturbas no
puedo ni pensar, porque tus dedos tocan mi sexo tan suave pero tan salvajemente, que me
enamoró más.
Creo que al pensarte puedo admitir que la cosa que más me encanta es cuando me besas y
rosas la punta de tu pene con mi clítoris, y después en medio de mis labios sin penetrar mi
vagina, esa espera, esa pequeña tortura, es lo que más disfruto.
¡Mierda! Ahora tendré que hablarte para coger.
Donají Bustos